Visita a la comunidad de la Institución Teresiana (Málaga)

Escrito el 09/03/2024

Homilía de Mons. Jesús Catalá durante la visita a la comunidad de la Institución Teresiana de Málaga.

VISITA LA COMUNIDAD DE LA INSTITUCIÓN TERESIANA

(Málaga, 9 marzo 2024)

Lecturas: 2 Cro 36, 14-16. 19-23; Sal 136, 1-6; Ef 2, 4-10; Jn 3, 14-21.

(Domingo Cuaresma IV-B. Laetare)

1.- Celebrando el Centenario de la Institución Teresiana

Estamos en el Centenario de vuestra Institución Teresiana, dando gracias a Dios. Cuando celebramos la Misa en la Catedral, el pasado día 12 de enero, me invitasteis a participar en los encuentros que tenéis algunos sábados en vuestra sede. Tenemos que dar gracias a Dios todos los días; y no solo una vez cada cien años.

Como se ha dicho en la monición de entrada estamos en el cuarto domingo de Cuaresma, llamado “de la alegría” (laetare). Alegría porque el Señor nos trae la salvación.

2.- Infidelidad del pueblo de Israel y su deportación

Según el libro de las Crónicas la infidelidad del pueblo de Israel y su deportación. Los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades y mancharon la Casa del Señor, que Él se había consagrado en Jerusalén (cf. 2 Cro 36, 14).

Dios les envió avisos por medio de sus mensajeros (cf. 2 Cro 36, 15); pero ellos se burlaron de ellos y despreciaron sus palabras.

La ira del Señor se incendió contra su pueblo (cf. 2 Cro 36, 16); y por ello «incendiaron la Casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén: pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos» (2 Cro 36, 19).

«A los que escaparon de la espada los llevó cautivos a Babilonia» (2 Cro 36, 20). Esta lectura nos sitúa en el s. VI a. C., cuando Judá fue destruido y los judíos deportados a Babilonia, como lo canta el Salmo responsorial (136).

3.- El destierro espiritual

A nosotros puede sucedernos algo parecido, como consecuencia de nuestras decisiones y de nuestros actos. No es necesario que el Señor nos destierre; nuestras actitudes pueden llevarnos a la esclavitud, si seguimos los criterios mundanos. Podemos ser esclavos de nuestros deseos, planes, programas, formas de pensar e ideologías.

El papa Francisco nos advierte del peligro de la “mundanidad espiritual” (cf. Evangelii gaudium, 93-97). Esta mundanidad se puede expresar de muchas maneras; “en otros, la misma mundanidad espiritual se esconde detrás de una fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, o en una vanagloria ligada a la gestión de asuntos prácticos, o en un embeleso por las dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial” (Ibid. 95).

De esta mundanidad asfixiante se puede salir aceptando al aire puro del Espíritu Santo (cf. Ibid. 97); es decir, se puede salir de la esclavitud que nos ata, nos asfixia y nos aleja de Dios, volviendo al Señor y aceptando su perdón y su enseñanza. Nuestro pecado nos ata, nos esclaviza y nos aleja de Dios.

Por eso en este domingo de la alegría debemos celebrar el “regreso”, como regresaron los desterrados.

4.- Regreso de los desterrados a la patria

En el año primero de Ciro, rey de Persia, el Señor movió el espíritu del rey, quien publicó un edicto: «El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!» (2 Cro 36, 23). El Señor les permite salir de Babilonia y marchar a Jerusalén.

El Señor se sirve de un pagano, como instrumento suyo, para hacer volver del destierro a su pueblo. En el retorno del exilio Israel descubrió de nuevo la llamada de Dios, la mano misericordiosa de Dios que no dejaba de amar a su pueblo.

Para nosotros es la imagen de un retorno más pleno; del camino abierto por Jesucristo; camino de la fe; camino del bautismo que sella esa fe e incorpora visiblemente a la Iglesia. Ese camino también es el sacramento de la reconciliación, que recompone la relación rota con Dios.

5.- Resucitados y salvados en Cristo

Es domingo de alegría también porque estamos resucitados en Cristo: «Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo; por pura gracia habéis sido salvados» (Ef 2, 4-5).

Hemos sido salvados mediante la fe (cf. Ef 2, 8), como don del Señor. Y además de resucitados hemos sido salvados.

Jesús dijo a Nicodemo: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).

«El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios» (Jn 3, 18). ¿Qué preferimos?

Naturalmente, creer y vivir en él: “En Cristo y por Cristo, Dios se ha revelado plenamente a la humanidad y se ha acercado definitivamente a ella y, al mismo tiempo, en Cristo y por Cristo, el hombre ha conseguido plena conciencia de su dignidad, de su elevación, del valor transcendental de la propia humanidad, del sentido de su existencia” (Juan Pablo II, Redemptor hominis, 11).

6.- La Institución Teresiana

A principios del s. XX, cuando fue creada vuestra Institución por el Padre Poveda, existía una fuerte actitud laicista y gran beligerancia en el campo educativo, que iba en contra de la verdadera la libertad de enseñanza.

En el evangelio de hoy nos ha dicho el mismo Jesús: «Todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras» (Jn 3, 20). Es decir, quien realiza el mal se auto-excluye de la comunidad iluminada por la luz de Dios; se auto-destierra a las tinieblas.

«Pero el que realiza la verdad, se acerca a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios» (Jn 3, 21). Pedro Poveda y después Josefa Segovia que completó la obra, asumieron su misión, iluminando la realidad socio-cultural con la luz de Cristo, afrontando los retos de su tiempo y transformándolos en proyectos cristianos y evangelizadores.

En la presentación que se ha hecho antes de la Misa de la obra de la Institución Teresiana han aparecido dos palabras, que había meditado mientras preparaba la homilía: carisma y misión.

Querida familia Teresiana, tanto la que sois miembros “primarias” asociadas, como quienes sois miembros de ACIT y los que sois simpatizantes y cercanos a la Institución, estáis llamados a compartir este carisma y a transformar la sociedad actual a la luz del evangelio. Pedro Poveda y Josefa Segovia supieron ofrecer a su mundo lo que necesitaba.

Deseo agradeceros, que, en niveles y compromisos distintos, asumís ese mismo carisma del Fundador, que el Señor os regala compartir. Esto lleva al compromiso de transformar la sociedad. Hay mucho que hacer y es preciso seguir trabajando en las distintas iniciativas donde colaboráis.

7.- Domingo “Laetare”

Estamos en el Domingo cuarto de Cuaresma, llamado “Laetare”. Es domingo de alegría, porque Dios nos ha salvado en Cristo y nos llama a vivir de manera más plena que los que no creen, que quienes se han auto-desterrado fuera de la Iglesia. Y estamos llamados a gozar de la vida eterna.

El tiempo de Cuaresma nos prepara para celebrar la fiesta de la Resurrección de Cristo, no solo como un acontecimiento personal de Jesús, sino como un misterio que nos afecta a todos y cada uno de los creyentes.

Pedimos la intercesión de la Virgen María, nuestra Madre, y de san Pedro Poveda, para que nos acompañen en este camino cuaresmal. Amén.