Misa Crismal (Catedral-Málaga)

Escrito el 27/03/2024

Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Misa Crismal 2024 celebrada en la Catedral de Málaga

MISA CRISMAL

(Catedral-Málaga, 27 marzo 2024)

Lecturas: Is 61, 1-3.6-9; Sal 88, 21-27; Ap 1, 5-8; Lc 4, 16-21.

Dejarse configurar por el Señor

1.- El evangelio de Lucas nos ha ofrecido la escena de Jesús en la sinagoga de Nazaret, donde solía ir los sábados. Le entregaron el libro del profeta Isaías y leyó este pasaje: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido» (Lc 4, 18).

Jesús es el Cristo (Mesías), porque el Espíritu es su unción y todo lo que sucede a partir de la Encarnación mana de la plenitud del Espíritu (cf. Jn 3, 34). Jesús es el Ungido de Dios de una manera única, porque “la humanidad que el Hijo asume está totalmente "ungida por el Espíritu Santo”. San Gregorio de Nisa dice que “no hay parte alguna que esté desnuda del Espíritu Santo” (Adversus Macedonianos pneumatomachos, de Spiritu Sancto 3, 1).

Jesús es constituido "Cristo" por el Espíritu Santo (cf. Lc 4, 18-19; Is 61, 1)”. Como dice el Catecismo Iglesia Católica: “El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu Santo, hasta el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo (cf. 1 Jn 2, 20.27; 2 Co 1, 21)” (n. 695). El Espíritu es la “Unción”.

2.- Siendo el Espíritu Santo la Unción de Cristo, éste, como Cabeza del Cuerpo, lo “distribuye entre sus miembros para alimentarlos, sanarlos, organizarlos en sus funciones mutuas, vivificarlos, enviarlos a dar testimonio, asociarlos a su ofrenda al Padre y a su intercesión por el mundo entero. Por medio de los sacramentos de la Iglesia, Cristo comunica su Espíritu, Santo y santificador, a los miembros de su Cuerpo” (Catecismo Iglesia Católica, 739).

Por tanto, constituido plenamente “Cristo” en su humanidad victoriosa de la muerte (cf. Hch 2, 36), Jesús distribuye profusamente el Espíritu Santo hasta que “los santos” constituyan, en su unión con la humanidad del Hijo de Dios, “ese hombre perfecto... que realiza la plenitud de Cristo” (Ef 4, 13): “el Cristo total” según la expresión de San Agustín.

3.- Queridos fieles, hemos sido ungidos por el Espíritu Santo en nuestro Bautismo y en la Confirmación, llamada también “crismación”. Con esta unción hemos sido transformados y divinizados; hemos sido configurados con Cristo.

El Señor Jesús fue enviado por el Padre «a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista» (Lc 4, 18).

Todos los cristianos somos enviados también, como otros “cristos” o “ungidos” «a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4, 19); a anunciar la Buena nueva a los pobres.

4.- Los sacerdotes hemos recibido, además, otra unción: el sacramento del Orden sacerdotal, que nos configura a Cristo Pastor y transforma nuestras vidas. ¡Queridos sacerdotes, dejémonos configurar y transfigurar por la acción del Espíritu! Toda nuestra vida debe estar impregnada de la unción del Espíritu, como estuvo toda la vida de Cristo impregnada por esa unción.

No somos sacerdotes durante unas horas a la semana, ni durante algunos días; somos sacerdotes siempre, en todos los instantes de nuestra vida. El Papa nos exhorta a vivir permanentemente como “otros cristos”, como “ungidos” del Espíritu.

También hemos de ser signos “visibles” del buen Pastor y cuidar nuestro ministerio y nuestro estilo sacerdotal, incluido el porte exterior, que también forma parte de nuestra vida.

5.- El papa Francisco decía a los sacerdotes de Roma que la vida sacerdotal no es un programa previamente estructurado o un oficio burocrático a desarrollar según un esquema preestablecido. Es, más bien, la experiencia viva de una relación personal, íntima y cotidiana con el Señor, que nos hace ser signo de su amor ante el pueblo de Dios (cf. Discurso, 15.02.2018).

Para poder vivir este ministerio es necesaria la oración personal (cf. Ibid., 15.02.2018), además de la comunitaria. En la oración diaria el Señor nos va configurando a su imagen, nos va transformando y haciéndonos instrumentos dóciles del Espíritu, nos va purificando los deseos del corazón, nos va haciendo más luminosos y transparentes. ¡Dejémonos configurar por el Espíritu!

En la oración y en el ejercicio de nuestro ministerio sacerdotal somos iluminados por el rostro del Señor y configurados por su presencia.

Hemos de dejarnos transformar por la gracia de Dios, para que nuestro corazón se vuelva misericordioso, humilde, compasivo como el de Cristo, hasta tener sus mismos sentimientos (cf. Flp 2, 5).

Se trata de ser, como dijo el papa Francisco a los Misioneros de la Misericordia: “Presbíteros normales, sencillos, afables, equilibrados, pero capaces de dejarse regenerar constantemente por el Espíritu” (Homilía, 10.04.2018).

6.- Queridos sacerdotes, sois un gran regalo para mi ministerio. Como dice el Vaticano II sois “colaboradores necesarios” del ministerio episcopal (Presbyterorum ordinis, 7). Agradezco todos los días y hoy de modo especial vuestro ministerio y vuestras personas. Agradezco vuestra dedicación, vuestra entrega y vuestro gozo en el ministerio. Y deseo expresaros mi afecto fraternal hacia vosotros.

Aunque a veces no coincidamos en algunos planteamientos, no importa tanto. Es mucho más importante que caminemos juntos, con los mismos criterios pastorales; dirigiéndonos hacia el mismo objetivo, que, en definitiva, es la salvación de las almas. Esa es nuestra tarea; y cuanto mejor la hagamos, mejor servimos a la Iglesia y a Cristo-Pastor. ¡Muchas gracias!

Pido al Señor para que seáis gozosamente fieles en el desempeño de vuestro ministerio sacerdotal.¡

7.- Los sacerdotes y los diáconos renovaréis ahora las promesas de vuestra ordenación, reafirmando vuestra voluntad de servir a la Iglesia haciendo la voluntad de Dios.

Los sacerdotes mayores y los impedidos se unen a esta renovación de sus promesas desde el lugar donde se encuentran.

Queridos fieles, laicos y religiosos, gracias por vuestra presencia en esta Misa Crismal; por vuestra oración en favor de vuestros sacerdotes, vuestros párrocos, capellanes y consiliarios; gracias por apoyarles en su ministerio; ellos también os necesitan.

Deseo que todos vivamos la sinodalidad de manera corresponsable, porque todos somos corresponsables, cada uno desde su misión propia. Los sacerdotes desde el desempeño del “triple munus” (enseñar, regir y santificar).

Y los fieles estando siempre a su lado. ¡Amadles y estad cerca de ellos! Os recuerdo que recéis por vuestros pastores, para que sean fieles a la misión encomendada; y que les ayudéis en el ejercicio de su misión.

Pedimos a la Virgen María, Madre de los sacerdotes, que nos acompañe en nuestro ministerio y nos ayude a configurarnos cada día más con Cristo-Sacerdote, dejando que la unción del Espíritu, es decir, que el Espíritu en persona, nos llene, nos transforme y nos configure con Cristo sacerdote. Amén.