De laberintos y galeones

Escrito el 26/04/2024

“He vivido en el galeón de los excesos”. Con esta frase salpicó hace semanas un conocido la conversación en la que expresaba su proceso de conversión y su acercamiento a la figura de san Pablo. Amén de ser una expresión de mucha fuerza para un tipo que ronda los cincuenta años, también remite a la esperanza.

El galeón, en algún momento, atraca a puerto seguro, aunque luzca tatuajes de un pasado bucanero, a sabiendas de que ya no quedan islas para naufragar. Harina de otro costal es quien vive en un laberinto del que no sabe, no quiere o no puede salir. Prefiero el galeón que atraca al laberinto que succiona, chupa e impide salir a la superficie. La resurrección de Cristo es, en toda regla, una experiencia salvífica, liberadora, sanadora con la fuerza que otorga la trascendencia de lo invisible a los ojos de los mares o alcantarillas del mundo.

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